Entonces descubriremos que a lo mejor el problema no era tal y decidiremos que no hay que hacer nada.
O lo sensato ahora sea esperar pero, no desde una posición pasiva, sino dejándose asesorar con el fin de prepararse para afrontarlo cuando sea necesario.
También puede ser que la solución requiera una decisión rápida que no se pueda retrasar. Conozcamos nuestros puntos fuertes y débiles, el riesgo de ir a juicio.
Transmitamos al profesional elegido nuestros valores, para que puedan ser tenidos en cuenta a la hora de definir el enfoque.
Pactar o llevar un procedimiento hasta sus últimas consecuencias dependerá de nuestra tolerancia al riesgo, pero también es recomendable dejarnos guiar por los expertos pues al fin y al cabo lo que perseguimos es el buen fin de nuestro proyecto.